Si las muelas del juicio tienen el espacio suficiente para salir y funcionan con normalidad no hace falta sacarlas. Pero en el caso que no tengan espacio para su erupción, pueden provocar infecciones recurrentes y/o complicaciones en los dientes adyacentes. En estos casos, si no se extraen, pueden perjudicar al diente que tienen delante y/o causar complicaciones mayores, por lo que aconsejamos quitarlas. 

La indicación de si extraer todos los cordales a la vez o no debe ser tomada por el cirujano, según la dificultad prevista o la posibilidad de complicaciones. En el caso que se deban sacar todas, sugerimos hacerlo en dos sesiones, es decir, extraer primero las de un lado y posteriormente las del lado opuesto, así mientras cicatriza un costado, el paciente puede masticar por el otro y el postoperatorio es más cómodo.

Aunque existen situaciones en las que la realización del injerto óseo y la colocación del implante se puede realizar en la misma intervención, normalmente se necesita esperar un tiempo entre ambas cirugías. El tiempo depende de la cantidad de hueso que se necesita y del tipo de injerto. Por lo general, en unos 3-4 meses se podrá continuar con el tratamiento implantológico tras la colocación del injerto, aunque en algunos casos se debe esperar hasta seis meses para contar con un hueso en óptimas condiciones.

Existe la creencia de que la erupción de las muelas del juicio puede empujar los dientes y provocar su apiñamiento. Sin embargo, esta teoría no está demostrada, por lo que la extracción de las muelas del juicio para evitar el apiñamiento de los dientes anteriores no está justificada, ya que éste suele ser debido a otras causas.